domingo, 11 de mayo de 2014

La mujer de los mil años y los mil novios.

Morena vivió más que cualquiera. No solo en tiempo, sino en experiencias. Viajó mucho. Habló demasiado. Aprendió y fracasó. Amó, odió, rompió, dejó, olvidó y hasta la olvidaron. Y tuvo mil novios. Y todos (algo, quizás, estúpido de remarcar, pero en fin de lo que trata esta historia), todos ellos, hinchas de diferentes clubes. Hasta de diferentes países. Vivió en Argentina, Brasil, Uruguay, México, Colombia, Estados Unidos, España, Francia, Alemania, Italia, Inglaterra, Bélgica, Portugal y Rusia. Y de seguro por algún país.
Se puso camiseta de todos los clubes. La primera, del primer hombre que amó, su abuelo materno, hincha fanático de Ferro Carril Oeste. Luego, empezó a vestir la camiseta del equipo del cual su tío era seguidor: Atlanta. Sus primos, hinchas de Huracán y Defensa y Justicia, la hicieron conocer la cancha y que se compre la camiseta de ambos equipos.
Comenzó la edad de tener novios, y salió con una gran cantidad de muchachos. Uno de Racing, otro de Independiente (que ni se podían ver, además de ser clásico, ambos pibes se odiaban). Uno de Lanús, otro de Chacarita (se sintió mal por su tío, pero qué será). Uno de Colón (Santafesino el muchacho) y otro de Olimpo. Cuando se recibió de la facultad, decidió empezar a viajar. En Brasil conoció a un hincha de Botafógo que al instante decidió llevarla a la cancha. Y uno de Fluminense, el cual le mostró mucha historia de su club. En Uruguay, se puso a salir con un chico de Peñarol, y cuando viajó a Colombia, se hizo fanática del Deportivo Cali, del cual era hincha un muchacho que conoció allí. Ya en México y con mucho recorrido en el amor y en el fútbol, fue a ver a América, un grande de allá. Y en ese lugar, conoció a su próximo novio. En Estados Unidos, tenía a un amigo que se había ido a vivir para allá, y la llevó a ver a L.A Galaxy. No pregunten cómo, pero pareciera que después de haber ganado un partido complicado por la liga, la llama entre ellos se hubiera encendido.
Fue ahí el momento de marchar hacia Europa. De tren en tren, de estación en estación, seguía conociendo muchachos, que en vez de invitarla un café, la invitaban al estadio. Salió con chicos del Manchester (de los dos), del Everton, del Chelsea, del Napoli, de la Lazio, del Milan, del Levante, del Atlético Madrid, del Bilbao, del Schalke, del Leverkusen, del Benfica, del Brujas, del Zenit, y hasta vio, por primera vez a una mujer entrenadora. Se trataba de Helena Costa, entrenadora del Clermont Foot de la 2da división Francesa, equipo del cual era seguidor un chico que conoció cerca de la plaza Victoria, en la ciudad de Clermont-Ferrand.
Morena vivió mil años. Pero no vivió lo suficiente.
Un periodista le preguntó una vez si "de verdad había amado a todos aquellos hombres con los que estuvo", a lo que ella le respondió: "No los amé a todos, ni me duele o interesa haberlo hecho. Amé a quienes me enseñaron lo necesario. Y si tu siguiente pregunta es si me arrepiento de algo, dejame contarte que sí. Me arrepiento de no haber podido amar todos aquellos clubes que conocí y me faltaron conocer. Porque la pasión no se hace, con la pasión se nace. Y me hubiera gustado haber sentido pasión por cada color, por cada canto, por cada partido. Pero bueno, la realidad es que, si pude vivir mil años, quizás pueda vivir mil vidas más".
Y después de esas palabras, desapareció en los recuerdos de los mil hombres que la amaron, y de cada camiseta que la vistió.

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