Ella no.
Un día, a ambos se les cruzó un gato negro. El gato que se le cruzó a él, se le tiró encima para jugar. El gato que se le cruzó a ella, era medio arisco.
De ahí en más, sus suertes cambiaron. Y se conocieron.
Los dos felinos estuvieron acechándolos.
Pasó el tiempo. Él se enamoró. Ella no.
A veces la mala suerte se disfraza y quiere jugar a ser fortuna por un rato.
Para él, fue una desgracia haberla conocido.
Para él, fue una desgracia haberla conocido.
Para ella, fue algo sin importancia.
Él creía mucho en las supersticiones.
Ella no.
Él creía mucho en las supersticiones.
Ella no.
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