sábado, 19 de abril de 2014

Él creía mucho en las supersticiones.
Ella no.
Un día, a ambos se les cruzó un gato negro. El gato que se le cruzó a él, se le tiró encima para jugar. El gato que se le cruzó a ella, era medio arisco.
De ahí en más, sus suertes cambiaron. Y se conocieron.
Los dos felinos estuvieron acechándolos.
Pasó el tiempo. Él se enamoró. Ella no.
A veces la mala suerte se disfraza y quiere jugar a ser fortuna por un rato.
Para él, fue una desgracia haberla conocido.
Para ella, fue algo sin importancia.
Él creía mucho en las supersticiones.
Ella no.

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