sábado, 4 de agosto de 2012

Historias.

Era de noche y con los compinches buscábamos algo que saciara las penas. Nos juntamos, y no dudamos en beber para olvidar al menos un rato nuestros problemas. De botella en botella, sin tomarlo con gracia, bajé las cortinas de un orgullo inexistente, y les dije a los muchachos "Me está bailando un candombe en el corazón, y alumbrando los espacios oscuros de mi melancolía. Sinceramente, me gusta". Nadie escuchó. O quizá escucharon, pero yo no escuché respuestas, no necesitaba más que mi seguridad. 
Más tarde decidimos partir a algún antro oscuro que nos pudiera absorber por un rato. Llegamos a San Telmo, bien vestidos, listos para matar aquellas artimañas que nos carcomían. Nos metimos en un lugar donde todos fingían sonrisas pero bien podías ver aquel gesto de preocupación o desolación que tiene una persona común, por diferentes motivos. Aquella angustia se sentía por el aire y nadie decía nada.
Minas lindas, chabones facheros, y nosotros ahí, sin nada que esperar (Esperando, se envejece el corazón, preferimos que la vida nos tome por sorpresa, así improvisamos con ella). En una, unos conocidos se nos acercaron, cruzamos palabras, carcajadas berretas, y de la nada, apareció. Yo no la esperaba, ella quizá me estaba buscando. Me agarró de la cara y me llevó con un beso. Yo no quería, ni moví los labios. Me disgustó. Cuando la solté, logré escaparme e irme con un amigo mío, a caminar por ahí.
Ya habíamos tenido una pequeña historia en otro momento, hace unas semanas, pero justo allí, no la quería. Yo estaba pensando en otra, yo tenía el corazón que me palpitaba por los respiros de otra flaca, que justamente no estaba ahí, y yo la extrañaba.
Me la encontré una segunda vez, me escapé de vuelta. Le daba la espalda y me iba. No quería sus besos, no sentía la necesidad. 
La última vez que la crucé, me besó de vuelta. Otra vez lo mismo, yo empujándola un poco y ni moviendo los labios. Captó la indiferencia, quizá. Me soltó, se enojó y se fue.
Hoy sigo sin la necesidad de otra persona. No entiendo por qué, en realidad. Pero no necesito de otros labios. Si el amor no se da, sírvanme otro trago. 

(A la loca esa me la encontré varias veces, me saludó con un beso en la mejilla y una sonrisa. Al parecer, no tiene rencores hacia mi). 

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